Empecé
a escribir estas lineas la noche del sábado, después de ver en el
Gaumont ANIMA BUENOS AIRES, movilizado por la película en general y
aún conmovido con la última de las cuatro piezas que la componen:
“Mi Buenos Aires herido”, de Caloi.
Estaba conmovido, como siempre con Caloi, por el logro de la simpleza y la profundidad en el mismo gesto; por la lucidez de no quedarse ciego después de años de talento y la humildad de compartir esa lucidez y ese talento. Pero sobre todo por la capacidad de condensación, esa obsesión por la síntesis como el mismo lo definiera.
Sin embargo eso no era todo.
Son
conocidos los versos borgeanos que dan cuerpo al poema FUNDACION
MITICA DE BUENOS AIRES, escrito en 1929. En un pasaje, a la pura
descripción de ese momento fundacional surgida de la invención
poética, Borges, como intentando remediar algo a lo que su genio
indefectiblemente no puede acceder, agrega: “solo faltó una
cosa: la vereda de enfrente”.
Desde el sabado camino por esta ciudad, que se empecina en ser la escrita por Borges, pero tambien la dibujada por Caloi, con
la sensación de que no solo “Mi Buenos Aires herido”, sino toda
la obra de Caloi, son esa vereda de enfrente: la respuesta criolla,
picaresca, a la invasión colonizadora; el desquite feroz no excento
de delicadeza y dulzura; el amor en su forma más ingenua y también
en su versión más popular y sarcástica, esa “idea fija”.
En
“Mi Buenos Aires herido”, a la impecable y hasta alucinógena
descripción propia del mito fundacional, se suma la descripción de
la figura del compadrito, claro producto de esa hibridez pero ya
decididamente autóctono, clavado en una esquina al amparo de un
farol, como testigo clave de una historia que sucumbe ante el avance
arrollador del progreso; y la clásica descripción de la pena de
amor que, esta sí, despojada de todo vapor literario, no es otra cosa
que el llanto visceral por la mina, la percanta, la percantina
incluso, y no por la jermu. El corazón roto, símbolo letal de esa
agonía, que el enamorado arrastra como una maldición, prendido de
sí como quien camina en círculos bajo una nube cargada de tempestad,
es también, visto desde otra perspectiva, el culo perdido, o las
tetas perdidas.
Hay
una cuestión absolutamente esencial en el sentido de vital, cuando no mítica también, en
toda la obra de Caloi, presentes en el trazo mas imperceptible y en el
giro narrativo más simple, mas allá del humor ácido, del sarcasmo
que son una marca registrada en toda su producción. Es la cuestión
de la famosa teoría doliniana que reza: "todo lo que el hombre hace
es para levantarse una mina". Teoría atribuida al negro (Dolina) pero
cuya autoría, reconocida por el propio Dolina, es responsabilidad de
Caloi.
Recoji información sobre la película en algunos medios, sin embargo no encontré nada de todo eso. Tampoco encontré nada acerca de la animación en sí. Nada de ese gesto totalmente revolucionario, sarcástico, corrosivo, propios de la animación ya desde sus comienzos y que aún hoy conserva. Nada de la enorme libertad que contagia. Nada de lo que sucede en 15 o 20 minutos de animación, suficientes para extasiar al más incrédulo.
Fue entonces cuando supe que, para restituir esa falta, estas lineas se extenderían mas de lo pensado, porque como sucede con muchos grandes en lo suyo, Caloi simboliza la animación misma o mejor dicho, son partes de la misma cosa. Y la animación es creer o reventar. Verdadero acto de creencia y entrega, de invitación y aceptación. Y sobre todo un arduo trabajo sobre la esencialidad de la propuesta, del tema, del concepto, de la idea.
Desde la tarde de hoy, martes 8 de mayo de 2012, todo cuanto se pueda decir en el intento de restituir algo no servirá de nada. Y tal vez tampoco sea necesario.
En un elogio de la lectura, alguna vez Proust dijo que, antes de nada, la felicidad que la lectura le producía provenía de esa extraña capacidad de permitir el dialogo con los que ya no están.
Sea el momento entonces de vivir la animación, de vivir a lo Caloi.
Texto: Ulises
Imagen: Fotograma film "Anima Buenos Aires"
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