“Compulsión de luz”. Lisboa, marzo 2010.

(...) era importante que a ese perro que corría en dirección al principio del plano, al borde del Tajo en Lisboa una mañana de mucho sol, no se le vieran los ojos; que su informe negrura adquiriese, ante la sensación de apremio, el aspecto de una cualidad o un concepto (el avión que persigue a Cary Garnt en “Con la muerte en los talones” de Hichtcock, por ejemplo) Era importante el contraste de su masa oscura en un entorno rebosante de luz, así como también el palo caído a un costado como la confirmación de una elección animal frente a la irrupción de lo humano. En definitiva, era importante empezar por esto: sentirse uno mismo al acecho y experimentar el miedo, pero no ese miedo político, territorial, de quien teme por su propia seguridad ante una situación determinada, o frente a otras personas, sino ese miedo esencial de quien teme frente a si mismo.